
Durante mucho tiempo se pensó que el mito, los símbolos sagrados y las historias sobre dioses, almas o misterios pertenecían al pasado. Sin embargo, muchos escritores de nuestro tiempo han demostrado lo contrario: el ser humano sigue necesitando hablar de lo invisible, de lo que no puede explicar con la ciencia ni con la razón.
En las últimas décadas, autores como Olga Tokarczuk (de Polonia), Haruki Murakami (de Japón), J. M. G. Le Clézio (de Francia) y Elena Garro (de México) han recuperado lo mítico dentro de la literatura contemporánea. Pero no lo hacen como una vuelta al pasado, sino como una forma de encontrar sentido en medio de un mundo lleno de prisas, tecnología y vacío interior.
¿Por qué volver a lo mítico?
Vivimos rodeados de información, redes sociales y noticias. Pero a veces sentimos que, aunque lo sabemos todo, nos falta sentido. El mito aparece precisamente ahí, donde los datos no alcanzan.
El mito no busca explicar científicamente las cosas, sino darles un significado espiritual o simbólico. Habla de las preguntas más profundas: ¿quién soy?, ¿por qué sufro?, ¿qué sentido tiene la vida?
La literatura actual está recuperando ese lenguaje. No se trata de volver a creer en los dioses antiguos, sino de contar historias que nos ayuden a comprender lo humano, a unir lo que sentimos y lo que pensamos.
Olga Tokarczuk: lo divino dentro de lo humano
Tokarczuk escribe sobre aldeas pequeñas, personas comunes y tiempos difíciles, pero en sus historias aparecen ángeles, espíritus o animales que hablan. Todo está conectado: la naturaleza, los recuerdos, la historia.
En sus libros, el mundo no se divide entre lo real y lo imaginario. Todo forma parte de una sola vida. Al leerla, uno siente que lo sagrado puede esconderse en lo cotidiano: en una semilla, en una mirada, en un recuerdo.
Haruki Murakami: lo invisible dentro de lo normal
Murakami nos habla de gente normal que de pronto vive algo extraordinario: un gato desaparece, un sueño se repite, un pozo parece hablar. En esas historias, la frontera entre lo real y lo simbólico se disuelve.
No es magia, es metáfora. El personaje atraviesa túneles o bosques misteriosos que representan su propio interior. Murakami sugiere que todos tenemos un mundo secreto adentro, y que solo si lo escuchamos podremos entendernos.
Jean-Marie Gustave Le Clézio: la tierra como lo sagrado
Le Clézio, premio Nobel de Literatura, viajó por África y América Latina. Sus obras reflejan ese contacto con culturas que todavía viven cerca de la naturaleza. En ellas, la tierra, el viento o el silencio del desierto tienen una voz espiritual.
Su mensaje es claro: la modernidad ha perdido la conexión con lo sagrado de la tierra. Recuperar el mito es también recordar que formamos parte de un todo, y que nuestra vida depende de esa relación invisible con la naturaleza.
Elena Garro: el tiempo, la memoria y los milagros
En México, Elena Garro hizo algo parecido desde mediados del siglo XX. En sus cuentos y novelas, los muertos conversan con los vivos, el pasado regresa, los milagros ocurren sin explicación.
Pero en sus relatos no hay fantasía vacía: lo fantástico sirve para decir verdades. Garro muestra que la historia de un pueblo no se entiende solo por los hechos políticos, sino también por los sueños, las culpas y los silencios.
El mito como lenguaje del alma moderna
Aunque estos autores sean de países distintos, todos buscan lo mismo: dar voz a lo invisible. En sus libros, el mito no es una superstición, sino un modo de mirar el mundo con más profundidad.
El mito permite hablar de lo que no puede medirse: el amor, la pérdida, la fe, la memoria, la identidad. Y lo hace con un lenguaje poético, simbólico, que no exige creer, sino sentir.
Por eso, lo mítico regresa: porque el alma humana sigue necesitando historias que la expliquen, que le den unidad en medio del ruido.
Cuando leemos a Tokarczuk, Murakami, Le Clézio o Garro, no solo entramos a mundos imaginarios: nos reconocemos. Ellos nos enseñan que aún hay misterio en lo cotidiano, que la vida no se agota en lo visible.
La cultura no es lujo ni adorno, sino una forma de buscar el alma del tiempo que vivimos.







