La palabra resucitada: La visión de los vencidos y la conciencia histórica de América

Leopoldo Zea y el sentido de recordar para liberarse.

El silencio que aún habla

Hay silencios que no mueren, solo esperan ser escuchados. Las voces indígenas que Miguel León-Portilla reunió en La visión de los vencidos no pertenecen al pasado muerto, sino a una herida que sigue respirando. En ellas no hay nostalgia, sino memoria viva. Son cantos que nos recuerdan que la historia no solo se cuenta desde los vencedores, sino también desde quienes sobrevivieron para dar testimonio.

Leer hoy La visión de los vencidos es volver a abrir una conversación interrumpida hace cinco siglos: aquella entre dos mundos que se miraron sin entenderse, y donde uno de ellos fue reducido al silencio. Pero ese silencio, como una raíz bajo tierra, siguió creciendo.

La palabra del vencido: poesía y testimonio

Más que un documento histórico, este libro es un tejido de voces. En sus páginas, los presagios nahuas anuncian la catástrofe, los poemas lloran la pérdida de los templos, y las crónicas narran la caída de Tenochtitlán con una mezcla de asombro, dolor y dignidad.

León-Portilla no escribió esas palabras; las escuchó. Actuó como un mediador entre lenguas y mundos, entre la visión indígena y la mirada moderna. Traducir aquí no significa trasladar de un idioma a otro, sino devolver humanidad a lo que fue deshumanizado.

Por eso, la palabra del vencido es también palabra resucitada. A través del lenguaje, la derrota se convierte en testimonio y la memoria en resistencia.

Leopoldo Zea: la historia como autoconciencia

El filósofo mexicano Leopoldo Zea comprendió que América Latina no podía pensarse con categorías ajenas. Su tarea fue dar voz al continente desde sí mismo. Para él, entender la historia es reconocerse como sujeto y no como reflejo de otros.

Zea propuso una filosofía de la historia que buscara la emancipación de los pueblos latinoamericanos. No se trataba de negar el pasado colonial, sino de asumirlo conscientemente para transformarlo en fuente de identidad.

En ese sentido, La visión de los vencidos encarna la filosofía de Zea. El libro no solo narra la caída de un imperio, sino que devuelve a los pueblos originarios su lugar en la historia. Donde los cronistas europeos escribieron una epopeya de conquista, León-Portilla revela un drama humano, una búsqueda de sentido frente a la catástrofe.

Zea habría visto en esta obra una manifestación de la conciencia histórica latinoamericana: un momento en que el vencido se convierte en sujeto de su propia narración. Recordar, en esta perspectiva, no es revivir el dolor, sino hacer justicia a quienes fueron silenciados.

“El hombre de América”, escribió Zea, “ha sido espectador de su propia historia. Ha llegado la hora de ser su protagonista.” La visión de los vencidos es precisamente ese paso del espectador al actor: el retorno de la voz que fue negada.

La memoria como liberación

La memoria, entendida así, no es una forma de permanecer anclados en el pasado, sino un modo de liberarse de él. Los pueblos que olvidan su historia repiten su subordinación; los que la recuerdan con conciencia la transforman en fuerza creadora.

En un mundo donde aún persisten la desigualdad, el racismo y la marginación cultural, La visión de los vencidos sigue siendo una lectura urgente. Nos enseña que la historia no solo se hereda, también se interpreta.

Y que cada generación tiene el deber de volver a preguntarse: ¿desde dónde narramos lo que somos?

El libro de León-Portilla, leído con Zea, invita al lector a asumir su papel en esa tarea. La historia no es una sucesión de fechas, sino un campo de batalla entre la memoria y el olvido. Cada palabra recuperada es una victoria sobre el silencio.

Del recuerdo a la esperanza

El pensamiento de Zea culmina en una convicción profundamente humana: recordar es también crear. Solo quien recuerda con justicia puede imaginar un futuro distinto.

La visión de los vencidos nos devuelve la capacidad de escuchar al otro, de entender que la identidad no nace de la negación, sino del diálogo entre heridas y esperanzas.

La historia no es propiedad de los vencedores; es un espacio compartido que exige ser narrado desde todas sus voces.

La memoria no devuelve lo perdido, pero nos enseña a no perder de nuevo la voz. Leer La visión de los vencidos es continuar el proyecto de Zea: hacer de la historia un camino hacia la libertad.

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