La historia no siempre existió como una disciplina destinada a comprender el pasado. En sus inicios, fue relato, memoria y mito. Fue la palabra que los pueblos se contaban para mantener viva su identidad. Pero en el siglo V antes de Cristo, en la Grecia clásica, dos hombres dieron un paso decisivo: Heródoto de Halicarnaso y Tucídides de Atenas. Con ellos comenzó la mirada histórica como forma racional de comprender la experiencia humana.
Heródoto: la historia como narración del mundo
Heródoto (484-425 a.C.) es considerado el padre de la historia porque fue el primero en reunir, organizar y escribir los acontecimientos del pasado con la intención de preservar la memoria de los pueblos. En su obra Historíai (Investigaciones), recogió los relatos de guerras, costumbres y culturas que conoció en sus viajes por Egipto, Persia y Asia Menor.
Su propósito era doble: evitar que las hazañas de los hombres se perdieran y explicar las causas de sus conflictos, especialmente las guerras médicas entre griegos y persas.
Sin embargo, su método aún conservaba la dimensión mítica y narrativa. Heródoto no distinguía del todo entre hechos comprobables y tradiciones orales; su historia era una mezcla de observación, testimonio y asombro. En él, la historia no era todavía una ciencia, sino un relato del mundo. Pero su curiosidad y su deseo de comprender marcaron un inicio decisivo: el pasado podía ser investigado.
Tucídides: la historia como conocimiento crítico
Una generación después, Tucídides (460-395 a.C.) llevó esa intuición al terreno del análisis racional. En su Historia de la guerra del Peloponeso, escribió no para entretener o conservar mitos, sino para descubrir las causas profundas de los hechos humanos.
Rechazó los relatos fantásticos y se propuso investigar solo lo que pudiera ser verificado por testigos o por su propia experiencia como general ateniense.
Tucídides inauguró así la historia crítica, una que busca la verdad detrás de las apariencias. Para él, los hechos políticos, las ambiciones y las pasiones humanas son fuerzas constantes en la historia. Su obra no pretendía glorificar héroes, sino comprender el comportamiento humano en situaciones de poder, guerra y decisión.
Él mismo afirmó que su historia sería “un bien para siempre”, porque quien la lea “conocerá cómo sucedieron las cosas y cómo probablemente volverán a suceder”.
De la memoria al conocimiento histórico
Entre Heródoto y Tucídides se produjo una revolución intelectual: la historia dejó de ser memoria colectiva y se convirtió en investigación razonada. Con el primero, el pasado se vuelve relato; con el segundo, análisis. Ambos establecieron las dos dimensiones que acompañarán a la historiografía hasta nuestros días:
- El relato humano de lo vivido, con su dimensión narrativa y cultural.
- La búsqueda racional de las causas y consecuencias, con su exigencia crítica y empírica.
El pensamiento histórico nació, entonces, del encuentro entre la memoria y la razón. Desde ellos, la historia ya no fue sólo contar lo que pasó, sino comprender por qué pasó.
Entre la memoria narrativa de Heródoto y la mirada crítica de Tucídides nació la historia como conocimiento racional del pasado: el tránsito del mito a la investigación.








